lunes, 4 de noviembre de 2013

EL AMOR CONYUGAL

      La vocación matrimonial es vocación al amor; es concretamente uno de los modos en que se vive el amor de caridad, que es “amor de amistad”. 

        El amor de los esposos es auténticamente amor si respeta la esencia del amor y, consecuentemente, el mandamiento supremo del amor que afecta también al afecto de los esposos. De modo contrario se trataría de un amor aparente, es decir, de una falsificación del amor. Por eso el precepto pertinente al amor conyugal cae dentro del precepto de la caridad: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Mt 22,37-39).

 Para ser auténtico, pues, el amor de los esposos, ante todo, debe fundarse en el amor a Dios y nunca anteponerse al mismo; y, en segundo lugar, debe respetar ese “modo” indicado por Jesucristo: como a ti mismo. ¿Qué indica esta expresión? Lo explica hermosamente Santo Tomás:

1º Lo primero es que debemos amar [al prójimo] verdaderamente como nosotros nos amamos a nosotros mismos; esto lo hacemos si amamos al prójimo por sí mismo y no por nosotros. Porque hay que notar tres clases de amor, de los cuales sólo uno es verdadero: el primero es el amor motivado por la utilidad, el cual ciertamente no es verdadero amor; el segundo es el amor causado por el deleite, el cual tampoco es verdadero amor...; el tercero es el amor causado por la virtud; y sólo éste es amor. De este modo no amamos al prójimo por nuestro bien sino por el suyo.

2º Lo segundo es que debemos amar ordenadamente, es decir, que no lo debemos amar más que a Dios o cuanto amamos a Dios, sino exacta-mente como te debes amar a ti mismo. Cantar 2,4: Ordenó en mí la caridad. Y esto lo enseñó el Señor al decir: Quien ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y quien ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí (Mt 10,47).

3º Tercero, es que lo debemos amar eficazmente. Tú no sólo te amas, sino que procuras dedicadamente conseguirte los bienes y evitar los males. Así también debes hacer al prójimo. 1 Jn 3,18: No amemos de palabras ni con la lengua, sino con las obras y la verdad. Ciertamente son pésimos los que aman con la boca y hieren con el corazón (cf. Sal 27,3; Rom 12,9)

4º Cuarto, que debemos amarlo perseverantemente, como tú te amas perseverantemente. Prov 17,17: El que es amigo ama todo el tiempo, y el hermano se comprueba en las angustias, es decir, el amigo se demuestra tanto en el tiempo de adversidad como en la prosperidad”[67].

Consecuentemente, siendo el esposo o la esposa el prójimo más “prójimo” para su propio cónyuge, para ser amado auténticamente debe ser amado con un amor verdadero, ordenado, eficaz y perseverante.

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